viernes, 19 de agosto de 2016

La historia que me inventé para pasar el curso virtual de Word Básico.


“Sigo mi desvarío, cuartos, calles,
camino a tientas por los corredores
del tiempo y subo y bajo sus peldaños 
y sus paredes palpo y no me muevo,”

Piedra de Sol, Octavio Paz.  


Introducción.

Corría el año de 1978 cuando en un recóndito lugar al que llamaremos Chilaque de los Venados de Acero, su madre lo alumbró. Sí, aquella noche un corte en el suministro de luz había dejado a oscuras a todo el pueblo, por lo que su mamá con una vela en mano iluminaba su camino hasta su recámara.

Su abuelo, un hombre delgado con la tez más arrugada jamás vista, tenía la jocosa costumbre de contarle historias de miedo a sus nietos justo antes de dormir, lo que aunado a un repentino apagón sumergieron a Pepito el de los cuentos en un desagradable estupor, por lo que cogió el poco valor que le quedaba y con ayuda de su madre, de Dios Padre y el Espíritu Santo, recorrió el corredor hasta su recámara.

Su amorosa madre, sujetándolo de la oreja lo llevó con la delicadeza que la caracterizaba hasta su recámara, en un abrir y cerrar de ojos preparó su cama y lo metió bajo las sábanas no sin antes propinarle senda nalgada mientras le increpaba su actitud temerosa con un: “no seas miedoso, chamaco chillón”. Para colmo de males la luz de la vela daba al rostro de su madre una dureza de facciones fantasmal. Al verla bajo esa luz, pepito el de los cuentos no pudo sino imaginarse a la llorona suplantando a su cariñosa madre.

Desarrollo.

Esa noche fue inconmensurablemente larga y sombría, un trueno en la lejanía anunció una tormentosa lluvia, el sonido y la luz abrumaron el corazón de Pepito el de los cuentos, muerto de miedo se tapó el rostro después de ver sombras y figuras tergiversadas por la luz del relámpago. Al cerrar los ojos, esas sombras y figuras tomaban las más increíbles cualidades, algunas se transformaban en espantosas criaturas, otras eran un fugaz ser fantasmagórico, de tal forma que su mente le empezó a jugar malas pasadas, así apretaba los párpados buscando acallar su imaginación, pero ésta se empecinaba en mostrarle un mundo fantástico, misterioso y terrorífico.

 Así, en sus sueños vivió las historias que previamente había escuchado de su abuelo, historias que mezclaban hechos reales con míticas criaturas, oyó de los labios de su tata la historia de aquella mujer quién al haber ahogado a sus tres hijos en un río se quitó la vida después y de su alma en pena se escuchan lamentos llenos de dolor y desesperación.

La leyenda de aquél hombre que al salir de la cárcel se vengó de su socio asesinándolo y descuartizándolo y deshaciéndose del cuerpo por el drenaje del baño de su propio departamento, el cual estaba en un edificio que, sin saberlo, no contaba con drenaje público por lo que los restos fueron a dar a la calle y al día siguiente fue nuevamente encarcelado.

Así, Pepito el de los cuentos se imagina siendo ahogado en un río oscuro al que apenas alumbraba la luna, pataleando por una bocanada más de oxígeno, o bien, siendo repartido en diminutos pedazos arrumbados a mitad de la calle y que uno de sus dos ojos, aún con vida, miraba a los transeúntes al pasar. 

Desenlace

Estas y otras historias avasallaban su espíritu, hasta el punto en que cayó presa del sueño, un sueño apacible que duró apenas un parpadeo. Al despertar, tenía 60 años, hijos y nietos que esperaban con ansias el anochecer para escuchar de sus labios los cuentos de horror que él solía contarles, aunque por las noches, la lluvia, los truenos, relámpagos y las pesadillas no  los dejaran conciliar el sueño.

Así fue, como obligado por la décima actividad de mi curso virtual de Word Básico, escribí esta historia, la cual nunca sucedió ni volverá a suceder…

Sobre el escritor, debe decirse, sobre todo para rellenar esta segunda hoja que es requisito indispensable, que es originario de Chilaque de los Venados de Acero, que vivió sus más febriles años de pubertad en el Edén Tabasqueño y que vino a la capital mundial de los camotes a estudiar la universidad, donde le sucedió lo que a todos: se enamoró, casó y procreó, amén. Que estudió en un taller de cuento. Que entre sus pertenencias más valiosas se encuentran dos perros y un gato. Y que ama la cerveza casi como Homero, que tan solo de nombrarla le sucede lo que al perro de Pablov, es decir, esto:



Desde ya, un abrazo.

Con grandes aspiraciones.

Sólo quiero ser un viejo decrépito, rabo verde y borracho, como Buk.