“Sigo mi desvarío, cuartos, calles,
camino a tientas por los corredores
del tiempo y subo y bajo sus peldaños
y sus paredes palpo y no me
muevo,”
Piedra de Sol, Octavio Paz.
Introducción.
Corría el año
de 1978 cuando en un recóndito lugar al que llamaremos Chilaque de los Venados
de Acero, su madre lo alumbró. Sí, aquella noche un corte en el suministro de
luz había dejado a oscuras a todo el pueblo, por lo que su mamá con una vela en
mano iluminaba su camino hasta su recámara.
Su abuelo, un
hombre delgado con la tez más arrugada jamás vista, tenía la jocosa costumbre
de contarle historias de miedo a sus nietos justo antes de dormir, lo que
aunado a un repentino apagón sumergieron a Pepito el de los cuentos en un
desagradable estupor, por lo que cogió el poco valor que le quedaba y con ayuda
de su madre, de Dios Padre y el Espíritu Santo, recorrió el corredor hasta su
recámara.
Su amorosa
madre, sujetándolo de la oreja lo llevó con la delicadeza que la caracterizaba
hasta su recámara, en un abrir y cerrar de ojos preparó su cama y lo metió bajo
las sábanas no sin antes propinarle senda nalgada mientras le increpaba su
actitud temerosa con un: “no seas miedoso, chamaco chillón”. Para colmo de
males la luz de la vela daba al rostro de su madre una dureza de facciones
fantasmal. Al verla bajo esa luz, pepito el de los cuentos no pudo sino
imaginarse a la llorona suplantando a su cariñosa madre.
Desarrollo.
Esa noche fue
inconmensurablemente larga y sombría, un trueno en la lejanía anunció una
tormentosa lluvia, el sonido y la luz abrumaron el corazón de Pepito el de los
cuentos, muerto de miedo se tapó el rostro después de ver sombras y figuras
tergiversadas por la luz del relámpago. Al cerrar los ojos, esas sombras y
figuras tomaban las más increíbles cualidades, algunas se transformaban en
espantosas criaturas, otras eran un fugaz ser fantasmagórico, de tal forma que
su mente le empezó a jugar malas pasadas, así apretaba los párpados buscando
acallar su imaginación, pero ésta se empecinaba en mostrarle un mundo
fantástico, misterioso y terrorífico.
Así, en sus sueños vivió las historias que
previamente había escuchado de su abuelo, historias que mezclaban hechos reales
con míticas criaturas, oyó de los labios de su tata la historia de aquella
mujer quién al haber ahogado a sus tres hijos en un río se quitó la vida
después y de su alma en pena se escuchan lamentos llenos de dolor y
desesperación.
La leyenda de
aquél hombre que al salir de la cárcel se vengó de su socio asesinándolo y
descuartizándolo y deshaciéndose del cuerpo por el drenaje del baño de su
propio departamento, el cual estaba en un edificio que, sin saberlo, no contaba
con drenaje público por lo que los restos fueron a dar a la calle y al día
siguiente fue nuevamente encarcelado.
Así, Pepito el
de los cuentos se imagina siendo ahogado en un río oscuro al que apenas
alumbraba la luna, pataleando por una bocanada más de oxígeno, o bien, siendo
repartido en diminutos pedazos arrumbados a mitad de la calle y que uno de sus
dos ojos, aún con vida, miraba a los transeúntes al pasar.
Desenlace
Estas y otras
historias avasallaban su espíritu, hasta el punto en que cayó presa del sueño,
un sueño apacible que duró apenas un parpadeo. Al despertar, tenía 60 años,
hijos y nietos que esperaban con ansias el anochecer para escuchar de sus
labios los cuentos de horror que él solía contarles, aunque por las noches, la
lluvia, los truenos, relámpagos y las pesadillas no los dejaran conciliar el sueño.
Así fue, como
obligado por la décima actividad de mi curso virtual de Word Básico, escribí
esta historia, la cual nunca sucedió ni volverá a suceder…
Sobre el
escritor, debe decirse, sobre todo para rellenar esta segunda hoja que es
requisito indispensable, que es originario de Chilaque de los Venados de Acero,
que vivió sus más febriles años de pubertad en el Edén Tabasqueño y que vino a
la capital mundial de los camotes a estudiar la universidad, donde le sucedió
lo que a todos: se enamoró, casó y procreó, amén. Que estudió en un taller de
cuento. Que entre sus pertenencias más valiosas se encuentran dos perros y un
gato. Y que ama la cerveza casi como Homero, que tan solo de nombrarla le
sucede lo que al perro de Pablov, es decir, esto:
Desde ya, un
abrazo.
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