lunes, 7 de octubre de 2019

Con la batalla perdida.



y a lo lejos —muy lejos— resuena todavía,
escondido en el bosque el cañón fragoroso,
—estertor del combate en su horrenda agonía—.

Después de la batalla. Emilio Bobadilla.


Después de la tormenta viene la calma, después la tormenta y, supongo, nuevamente la calma... la temporada de tormentas apenas empieza y ya no me apetece mojarme. Los seres humanos somos muy complejos, como el Rey Midas, complicamos todo lo que tocamos sin oro de por medio, es así como algo tan simple como amar y disfrutar se ven subyugados a un "cuando haya tiempo que estoy lavando los trastes" (rodeo su cintura y le beso el cuello, inmediatamente se aleja so pretexto de alcanzar algo para hacer no sé que cosa). Cuando las peleas llenan ese vacío que crea el desamor, solo queda el tiempo justo para hacer el quehacer, domir y pelear, justo como en "El día de la marmota", un ciclo interminable de lo mismo (estoy en la terraza, fumo, pienso que debería dejar de hacerlo, pero me gusta, acaricio a mi gata, la abrazo fuertemente sintiéndo un poco de paz, ella huye incómoda).Incluso nuestro vocabulario se acorta a frases hechas de una cortesía falsa ¿Qué es lo que necesitamos? pregunto. 

A veces pienso en coger una bolsa de basura y echar mis cosas, sólo lo esencial, para luego irme lo más teatralmente posible, azotaría puertas y blasfemaría, en una noche lluviosa. 

Revisaré el pronóstico del tiempo. 

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Con grandes aspiraciones.

Sólo quiero ser un viejo decrépito, rabo verde y borracho, como Buk.