miércoles, 30 de diciembre de 2009

Feliz año nuevo...



Me preguntaba, que podría escribirles a las personas a las que se estima entrañablemente, fuera de las clásicas felicitaciones y de los buenos deseos, creo que no hay mucho de donde escoger, así que permítanme usar el lugar común de las fiestas decembrinas, que tengan ustedes una maravillosa navidad, si creen en Dios, que Él los colme de bendiciones, si no cree en Él, que también la colme de bendiciones, pequen tanto como puedan recuerden que el paraiso estará lleno de los arrepentidos, sean uno de los primeros. Que el próximo año tengan ustedes el mejor de los años... que la constancia, la fuerza de voluntad y el sentido común les acompañen en cada una de las difíciles decisiones que tengan que tomar, mejor aún, que no tengan que tomar decisiones difíciles, que todas las vean con la claridad de los visionarios.
Amen con todo su corazón que más da si se lo rompen, de eso se trata la vida, que caso tienen vivirla sin los altibajos amorosos? tengan tanto sexo como sea posible, tengan muchos amantes, en lo futuro sus parejas se los agradecerán. Regálense un perro, recuerden que ya lo decía Oliverio Girondo, "en las que súbitamente se comprende que no hay ternura comparable a la de acariciar algo que duerme" y pregúntese también "cuál será la intención de los papeles que se arrastran en los patios vacíos?"...
Háganse de amigos, nunca sobran, pero reservense para usted el más intimo de todos, la soledad, recuerden que ella será su única complañera en las noches de insomnio, en la primera lluvia del año, en la primera mañana otoñal y en el primer día de invierno, aprendan a amarla. Respiren profundo, están vivos, miren cualquier día el cielo azul camino a cualquier lugar... que tenga ustedes el mejor de los años.
Le dejo el más fuerte de mis abrazos, el más sincero de mis mejores deseos. Desde ya, un abrazo. 

miércoles, 23 de diciembre de 2009

Amar a la mujer prohibida.



Recuerdo a Roberto cada que una alusión me lleva o me trae la frase “la mujer prohibida”, Roberto fue mi profesor en un brevísimo taller de cuento en la Facultad de Economía y recuerdo casi con dulzura un texto de su autoría, un poema que nos leyó una ocasión en el taller, el cual tituló Frutal.

En el texto hacía un símil entre la pecaminosa idea de degustar el fruto prohibido, no el de la génesis cristiana sino el de los convencionalismos sociales,  amar a la mujer prohibida y degustar un mango maduro tienen la misma naturaleza, o el mismo fin, brindar placer, por un lado el acto pernicioso y sublime, por el otro el acto sin adjetivos.

Y aunque seguramente ese texto ha cambiado con el tiempo, dado  que Roberto es un incorregible crítico de sí mismo, seguramente seguirá en el mismo espíritu.  
Amar a la mujer prohibida, señala Roberto, tiene naturaleza de mango maduro...


Desde ya, un abrazo.





miércoles, 16 de diciembre de 2009

Un árbol a quien venerar



Hay muchos eventos significativos en la vida familiar, uno de ellos es el de colocar el árbol de navidad, es todo un ritual, arriba una foto desde una perspectiva confusa del arból que ilumina nuestra navidad.
Desde ya, un abrazo.  

El relojero...



Con medio de litro de vino tinto, un par de cigarros, pan y salchinas en el estómago, con las mejillas tibias y ganas de más vino, saludo a la concurrencia y comento que el sábado pasado como todo prole con aspiraciones, acompañé a mi mujer a una venta nocturna de épicas dimensiones en conocidísima tienda departamental, el de la voz aprovechó la ocasión para acudir al departamento de relojería a cambiarle la pila a su reloj, el relojero, una persona amable y de edad madura, atento y cuidadoso abrió el reloj, no sin antes advertirme que sería necesario asestarle un par de golpes, ese enunciado me heló la sangre, sin más el caballero apenas golpeteó ligeramente una especie de cincel delgado con un martillo de goma, lo abrió, extrajo la pila, probó la corriente, confirmó lo que me temía, la pila habia valido, sacó otra, la probó y con la lupa en su ojo izquierdo observó la luz indigo del reloj, percibí en él una especie de éxtasis al observar la luz, con una fascinación profunda, luego sonriendo dijo me encantan estas luces, noté en sus ojos una opacidad extraña, sus ojos, supongo, debido al esfuerzo diario y a las exigencias de su profesión con el tiempo habían perdido ese brillo natural que los acompañan, verlo a los ojos, era como ver  un camino rural en una noche sin luna, por lo menos esa era la impresión que me daban, eran una especie de ojos muertos, como la de los pescados exhibidos en la pescadería, negros en su totalidad, iris y pupila del mismo tono de negro opaco, fríos y aunque el relojero esbozaba una sonrisa ésta no era correspondida por sus ojos, inmediatamente después me entregó el reloj y dijo "está muy bonito". Me quedé pensando en este personaje y me pregunto la cantidad de oficios, como éste, se han perdido con el transcurso del tiempo, asesinados por una modernidad agobiante, hace mucho que no oigo el silbido del afilador de chuchillos, ni el del vendedor de camotes, hace mucho que no veo al temido ropavejero...

martes, 8 de diciembre de 2009

domingo, 6 de diciembre de 2009

Por un par de segundos...





(...) me quedo ahí con ese sentimiento, con esa idea en mi cabeza y me da miedo regresar a casa  y eso se siente bien mierda y lloro un rato y me pregunto porqué y no me llega la respuesta y eso me hace sentir tan vacío , tan solo, tan culpable sin dar con el porqué... no sé porqué tiene esa capacidad para hacerme sentir así de mal y busco la reconciliación como pidiendo perdón por no haber hecho nada malo y unas horas después termino igual y lloro de nuevo, puta madre! y me pregunto si aguantaré lo suficiente como para que te des cuenta del daño que me haces, me pregunto si, sinceramente, tendré la capacidad de olvidar todo el dolor y esta es otra de las tantas preguntas que al hacérmela también me causan dolor ¿será porque sé que la respuesta está allí y la he visto? 

Y tiemblo de dolor, de impotencia, de rabia y por segundos que son como una eternidad te odio tanto! tanto! y me dan esas ganas tontas de azotar puertas y tirar cosas y lleno mi corazón de todo ese coraje, de ese dolor profundo y lo consumo, pero por momentos me supera, me estremece, me avasalla, se alimenta de mí y es que soy como esos niños sensibles que al ser regañados se les estruja su corazón pequeño y lloran profusamente, incontenibles ríos de lágrimas mojan mis mejillas y por breves momentos tiembla mi cuerpo y sollozo, luego respiro profundamente fumo un cigarro y me digo "aguanta, aguanta, no pasa nada" ahogando un par de gritos  y mi llanto, me calmo y una mueca que parece un sonrisa pretende iluminar mi cara "mierda, cómo duele, pero ya  pasó" y lleno mis pulmones tanto como puedo, respiro hondo y exhalo y eso duele y sé que ya estoy de nuevo aquí, en casa, con el estómago vacío, con ganas de vomitar, pero he superado la rabia, el dolor y ya solo quedan un par de lágrimas, ojos rojos y unos párpados hinchados. 


El dolor se ha ido, quizás, tal vez sólo se ha ocultado, no lo sé, pero sigo aquí aunque sé que no será por mucho tiempo más... ahora me pregunto, que más quiere de mí, si ya lo tiene todo ¿acaso mi dolor? ¿y que me quedará sin eso? Nada ¿y que seré? Nada.


Desde ya, un abrazo. 

jueves, 3 de diciembre de 2009

El coño de mis elucubraciones.



Un valle se extiende sobre su vientre, allende el sur, el coño oscuro de mis elucubraciones lanza destellos azules al audaz explorador, un río de sal se esconde al ojo tímido y, cuando es provocado, abre su mundo al hambriento e inunda con un picante olor a mar la costa de sus muslos. Adentro ríos de colores desembocan agresivos -creando y destruyendo pantanos y manglares- formando el delta de mis inspiraciones y llegan hasta la bahía de mis anhelos .       

Yo, explorador, sacio mi sed en ese coño, pretencioso, incitante, que palpita y trasciende litorales, embadurnándome de su savia y, cuando cierro los ojos, un mundo de peces voladores chapotean a mis alrededores.

La mujer prohibida de mis elucubraciones, nació en abril, lleva un mar entre las piernas y su cabello es el nido imaginario de miles de gaviotas. Y en su histeria sexual -cual diosa de la venganza- me azota con tormentas de leche y sal, raptando para sí la arena de mi playa. 

Desde ya, un abrazo.

Con grandes aspiraciones.

Sólo quiero ser un viejo decrépito, rabo verde y borracho, como Buk.