Recuerdo a Roberto cada que una alusión me lleva o me trae la frase “la mujer prohibida”, Roberto fue mi profesor en un brevísimo taller de cuento en la Facultad de Economía y recuerdo casi con dulzura un texto de su autoría, un poema que nos leyó una ocasión en el taller, el cual tituló Frutal.
En el texto hacía un símil entre la pecaminosa idea de degustar el fruto prohibido, no el de la génesis cristiana sino el de los convencionalismos sociales, amar a la mujer prohibida y degustar un mango maduro tienen la misma naturaleza, o el mismo fin, brindar placer, por un lado el acto pernicioso y sublime, por el otro el acto sin adjetivos.
Y aunque seguramente ese texto ha cambiado con el tiempo, dado que Roberto es un incorregible crítico de sí mismo, seguramente seguirá en el mismo espíritu.
Amar a la mujer prohibida, señala Roberto, tiene naturaleza de mango maduro...
Desde ya, un abrazo.
Desde ya, un abrazo.
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