Nunca me había enamorado, tampoco me habían acusado de ningún delito, hasta el día en que observé a Alicia rebanar mantequilla. No supe que era yo un hombre de fetiches sino hasta que vi a Alicia lamer uno de sus dedos como como proveyendo un fugaz felacio, nada pude hacer contra mis instintos, desesperado salté sobre ella y la violé...
Sé que eso es cosa de risa y quizá haya alguien que considere seriamente recomendarme a un especialista en parafilias, pero no es mi culpa el haber presenciado un acto cotidiano en la vida de Alicia que desencadenara en mí esta fijación.
En todo caso, deberían culparme de zambullirle el resto de la mantequilla y que a causa de ello muriera asfixiada la pobrecita.
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