Me abre la puerta y me habla así -momentos graves-:
"No quiero ser más el reposo del guerrero
sino el afán del desertor, y tú lo sabes".
Y conversamos y llenamos de colillas el cenicero.
Gracias, tabaco. Javier Krahe.
En la penumbra despertó, sintió ganas de fumar, se levantó puso la
cafetera y esperó. Se helaban sus pies descalzos.
El olor del café recién preparado inundó la casa, avasallándolo
todo, los gatos retozaban adormilados, el aroma apenas los inquietaba.
Salió a la terraza, era un noche clara, fría y airosa. El café en
la taza calentaba sus manos y el tabaco hecho brasa iluminaba su
cara.
Ella en su habitación dormía. Él despierto soñaba con otra y sus pensamientos, como el humo del cigarro, lo guiaban hasta ella… gracias tabaco.
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