Fue el ultimátum que le esgrimí, en repuesta, ella se largó a Oaxaca el fin de semana a ver a su madre dejándome al cuidado del bendito perro, un coqueto Dachshund de cinco o seis meses a quien a fuerza de dormir en la cama he zampado dos que tres besos en el lomo pensando que a quien beso es a mi mujer.
Tan mimado el niño que si no le he dado de comer en el hocico poco ha faltado, ahora mismo lo tengo recostado en mis piernas y mirándome, con esa mirada tan suya de perro triste, que casi siento que lo quiero.
Tan pronto como pueda subiré la respectivas fotos del susodicho este. Por cierto feliz día del padre me he pasado. Desde ya, un abrazo.
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