Cuando niño, en semana santa, transformé un viernes mayor airoso y transparente en un viernes rojo púrpura con la sangre de un inocente. Juro que en mi vida nunca había matado más allá de una docena de hormigas e igual número de mosquitos, torturándolos previamente y cazado un par de iguanas a las que después liberamos mis amigos y yo pero hasta allí quedaba el asunto.
A la mitad de ese fatídico día, un aburrido día de guardar, mientras buscábamos Neftalí y yo con qué afinar la puntería de nuestras resorteras, miramos un pajarito parado sobre la barda que separaba el patio de la casa de mis padres del panteón municipal, la barda medía poco más de metro y medio de altura y dado que el terrero del panteón es más alto que el de la casa de mis padres, por la noches, más en aquellas en que abunda la luz de la luna, se observan fantásticamente un sin fin de cruces y cúpulas que asemejan iglesias.
Pero decía que Neftalí y yo vimos al pajarito posarse sobre la barda, era un gorrión común, Neftalí dijo algo como ahogando sus palabras para no espantar al ave, tomé mi resortera y una piedra, apunté, mi pulso y mi respiración eran acompasados, afiné la puntería y solté el disparo, se escuchó un sonido parecido a un "plaf", el pajarito se fue hacia atrás como si algo lo sujetase de las alas y lo arrastrara hacia el suelo dejando en su lugar plumas flotando, un escalofrío recorrió mi médula espinal y una epifanía me reveló mi futuro picando piedras entre llamas y a lucifer fustigándome con su puntiaguda cola y soltando sonoras carcajadas, ante ese revelación mi pequeño corazón se aceleró tanto que podía oír mi pulso por dentro, corrí hacia la barda y me asomé por encima de ésta, miré el cuerpecito del ave en el suelo y sentí ese vació de perder algo que se estima, salté la barda y cogí el ave, cavé con ayuda de un palo un agujero y lo sepulté. Dentro de mí recé un par de padres nuestros y, casi estoy seguro, un Ave María. Rogué porque Dios no hubiese sido testigo de semejante homicidio.
Hoy día, le enseño a mi hija la importancia de las aves en nuestro ecosistema y en casa han sido prohibidas la resorteras. La fotografía es una prueba de ello, son tres golondrinas que han sido bien recibidas en casa. Desde ya, un abrazo.