miércoles, 22 de julio de 2009

Decálogo de las cosas que un borracho no debe hacer.


De nuevo las inclemencias del tiempo evitaron que realizara mi carrera continua de media hora, así que retomé un decálogo que hace tiempo empecé a escribir y nunca terminé, de las diez recomendaciones alcancé escribir sólo la primera y la pongo a su consideración, he aquí la primera de diez recomendaciones. Cabe aclarar que el asunto de anecdótico no tiene nada. Desde ya, un abrazo.


Primera. Hacerle la parada a una patrulla de los Zorros. Recuerdo ese error como si lo hubiese cometido ayer, estaba en plena madrugada, abrigado con una chamarra imitación de piel que tiene como una de sus más representativas cualidades la de no calentar ni una madre -como suelen ser las de piel genuina-, el caso es que estábamos, el poste y yo, enfrascados en una verdadera discusión filosófica y mientras él emitía su opinión yo se lo refutaba con tremenda miada, diluyendo así sus fundamentos en el largo río de las dudas, por lo que en vista de que nuestros respectivos puntos de vista no concordaban en ningún, válgase la redundancia, punto, decidimos dejar a un lado nuestras rencillas mentales para disponernos a pasar la noche en aquél pavimentado suelo a las márgenes de la ciudad, hasta que un rayo de luz lleno de sobriedad me sacó de mi ensimismamiento y de repente tuve, como quien se sorprende pensando en una buena idea, la certeza de que debía llegar a mi casa...


Así, sin pensarlo más me despedí de mi amigo en turno, aquél individuo vestido de verde alumbrado público, ofreciéndole mi casa para el día que lo necesitara y sin más, ni más levanté mi brazo derecho señalando con el índice -¿hay alguna otra manera de señalar?-, al primer par de faros que divisé en la penumbra de la calle, una patrulla de los zorros, ni modos, ya en marcha a apechugar...

- Buenos días mi Comandante. A esas alturas y en ese estado todo uniformado no baja del grado de comandante y pobre de aquél que les llame “mi poli”, el oficial raudo y veloz, presto y dispuesto me miró de arriba abajo y dijo:
- A donde mi jovenazo?
- A mi casa, mi Comandante
- A tu casa??? Arriba qué!!!!!


Así fue, no les miento, 48 horas o multa de ochocientos pesos, ni modos, salí dos días después, con algunas chinches en mi espalda y dos que tres calentaditas en salva sea la parte... esta es pues la primera de las cosas que un borracho nunca debe hacer.

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Con grandes aspiraciones.

Sólo quiero ser un viejo decrépito, rabo verde y borracho, como Buk.