Un vello en mi boca amenazaba con asfixiarme. Visto desde aquí aquello era la jungla, eran los vellos una ensortijada maleza que cubría medio durazno. En mi boca se precipitaba el néctar de ese fruto y la suya, más al sur, avasallaba mi miembro. Un gemido me sustrajo de mis pensamientos revelando mi obscena posición: no era yo un explorador ni su pubis una virginal jungla.
Desde ya, un abrazo.
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