Tu pum pum, mami, mami,
no me va a mata,
tu pum pum, mami, mami,
no me va a mata (...)
El General
Ella caminaba frente a mí... he de decir que pocas cosas se mueven con vida propia, esas nalgas eran una de ellas, mi mirada se depositaba en el horizonte y un sol crepuscular iluminaba su trasero -en mi mente, el General repetía: Tu pum pum, mami, mami, no me va a mata- sostuve la mirada alejándola de esa parte de su naturaleza. Ella no sabía si apretar el paso con el resultante bamboleo de nalgas o aminorar la velocidad de su andar, cosa que alargaría la agonía de desear verla y no poder hacerlo, sin duda ella era conciente de que cualquiera de esas decisiones tendría serias consecuencias, pasos adelante, yo sólo pensaba en el coro de aquella canción de los lejanos años noventa en la que Fransheska cantaba "menéalo un poquito, menéalo suavecito (...) Hay que sacudir ese polvorín de una forma ágil" y yo, sí, sólo miraba hacia el horizonte y silbaba el coro de esa canción de los lejanos años noventa...
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