Más solo que la luna se hundió entre los cojines del loveseat, hace mucho que ese artilugio de decoración perdió el mote pero hubo un tiempo en el que presenció orgasmos profundos, sintió la piel erizada de dos amantes, sostuvo en su respaldo los pechos de su dueña, observó el cuerpo desnudo de ella, ávido e inquieto, asiososo, jadeante y sudoroso... Sin embargo, ahora era un sillón sin más, un lugar donde se almacenan pelos felinos y rosetas de maíz sin estallar.
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